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Cruz Pectoral (20/06/2021)

 

Una cruz pectoral nos es más que una insignia episcopal que viene a simbolizar en lenguaje material y terrenal lo que es una excelencia superior. Para comprender el origen de este tipo de piezas debemos de retrotraernos hasta el siglo IV d.C. dónde tenemos documentado la existencia de unas especies de medallas que llevaban colgadas de su cuello los primeros cristianos, llamadas enkolpía (de enkolpos: seno, pecho...). Eran generalmente delicadas láminas de metal o pequeñas cajitas, a menudo con forma cruciforme, las cuales contenían en su interior reliquias de algún mártir o restos de objetos santificados como las astillas de la Santa Vera+Cruz. Esta milenaria costumbre se sitúa ya asentada durante la Edad Media, especialmente en la figura de los jerarcas eclesiásticos como los Obispos, las llevaban consigo San Gregorio, San Aidano o San Élfego de Canterbury, entre otros. Sin embargo, no es hasta el pontificado de Inocencio III (1198-1216) cuando aparece la primera noticia de una cruz pectoral como elemento de la indumentaria papal. A partir de entonces, su uso se generaliza entre los obispos, que la adoptan como signo distintivo. Al pender sobre el pecho del prelado, recuerda constantemente a los fieles la muerte de Cristo en el madero redentor.

Desde el punto de vista artístico estamos ante una Cruz de estilo neobarroco, minimalista, se encuentra ornamentada con volutas serpenteantes en forma de S, además en la zona inferior podemos apreciar la figuración de la cabeza de un querubín alado. Toda la cruz se encuentra exornada por dos tipos de pedrería; 5 blancas y 1 granate en el centro. El pectoral de Nuestra Señora de las Angustias presenta forma de Cruz Latina, por tanto, es una cruz immisa y capitata, cuyas medidas son 3 cm de largo x 4,5 cm de alto x 0,4 cm de profundidad, se encuentra repujada en metal a mano con un baño de oro de 24k, realizada por D. José Ismael Orfebre en el año 2021.

Las formas, materiales y colores de esta cruz presentan una justa interpretación iconográfica. Cada elemento procesa un profundo y trascendente simbolismo que incrementa el significado de esta cruz pectoral de Ntra. Sra. de las Angustias. La cruz, al ser latina, alude a la pasión de Jesús, a su expiación, y al momento en el que es bajado situándose sobre el regazo de la Madre. El oro sobre el que monta la pieza insiste sobre el particular, ya que es símbolo de la pura luz, elemento celestial donde habita la divinidad. Pero, en la simbología cristiana, el oro significa también el amor de Dios para los hombres. El propio Cristo, que dio su vida para la salvación del género humano, se anuncia como la luz del mundo (Jn 8,12). Él incita a los cristianos a vivir “como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz” (Ef 5,9).

La piedra granate que se sitúa en el centro de la composición viene a simbolizar la sangre redentora del propio Cristo, “derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mt 26,28) la cual es alimento espiritual del creyente. La diminuta pedrería en color blanco viene asociada a la imagen del diamante, símbolo de la completa perfección, significa soberanía, incorruptibilidad, sabiduría y firmeza. Según el Physiologus, obra de la Antigüedad tardía paleocristiana, esta piedra no puede ser cortado ni tallado por el hierro. Sin embargo, su dureza cede ante el calor de la sangre de un macho cabrío, al que sólo se le encuentra de noche en Oriente. De ahí que el diamante sea símbolo de Cristo: nació en una noche en Oriente, todos los poderes del mundo intentaron en vano dañarle y sólo fue ablandado por su propia sangre caliente. Además, estas piedras se disponen en forma circular, figura perfecta que evoca el cielo y la eternidad y, en cuanto signo de la unidad primigenia, símbolo de la divinidad misma. No por azar el vidente del Apocalipsis compara la gloria de Dios con sendas piedras preciosas (Ap 4,3).

Cinco pequeñas piedras blancas al igual que cinco piedras lisas fueron escogidas por David cuando fue al encuentro del gigante enemigo de Israel (1 Sam. 17:40). Eran un símbolo de su perfecta debilidad sustituida por la fuerza divina. Y él fue más fuerte en su debilidad que si hubiese sido protegido por toda la armadura de Saúl. La responsabilidad de David era enfrentar al gigante con las cinco piedras; y la de Dios era hacer que David conquistara al más poderoso de todos los enemigos usando solamente una de aquellas piedras. Por lo cual estas piedras simbolizan también la fuerza divina.

En la zona inferior podemos ver esbozada la cabeza de un querubín con sus correspondientes alas, este según la iconografía cristiana viene a proteger la gloria divina. Se encuentra en un estado de elevación, con el cielo a su alcance. De acuerdo a lo que se desprende de la Biblia, los querubines tienen la finalidad de alabar a Dios y de recordar a la humanidad la gloria divina.

Como se ha expuesto anteriormente la cruz se encuentra ornamentada con diferentes motivos vegetales, volutas serpenteantes que se van entrelazando entre sí, la iconografía vegetal siempre ha estado presente en el arte desde la antigüedad. La hoja como elemento integrante del Reino Vegetal goza de diversos atributos: su carácter cíclico, su poder regenerativo y vivificador, renovador de la vida vegetal; vida y exuberancia que indican a su vez, fertilidad y riqueza. La Naturaleza con su carácter vivificador, siempre cambiante y a la vez inmutable e imperecedera, propició que fuera concebida como símbolo de inmortalidad. Su abundancia estaba asociada a la prosperidad económica y al bienestar de un pueblo. Este doble aspecto: material y tangible, por un lado; y místico, por otro, en su vida cíclica, en su constante muerte y regeneración, hizo que llegara a ser concebido como algo que escapaba a la comprensión del ser humano, que atraía y cultivaba su interés. De ahí que todas las culturas no pudieran pasar por alto la representación del mundo vegetal, y mucho menos la cristiana que bebe y se nutre de toda la tradición anterior. La hoja adquirirá a lo largo del cristianismo un significado, en cierto modo específico. Esto no quiere decir que rompa con el simbolismo inherente al Reino Vegetal, sino que experimentará un proceso de reelaboración; así la idea de inmortalidad será asociada con el concepto de eternidad, más acorde con la nueva doctrina filosófico-religiosa revelada a la Humanidad a través de las Sagradas Escrituras.



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